Leyenda indígena azteca del Sol y la Luna
“Cuentan los nahuas que los dioses Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y Citlalicue, ordenaron que se hiciera el Sol. Para ello se reunieron en Teotihuacan alrededor de una hoguera sagrada en la cual debía de sacrificarse el que quisiera convertirse en el Sol. Para el sacrificio se ofrecieron Tecciztécatl, hermoso y rico; y Nanahuatzin, enfermo y pobre. En el momento en que debían decidirse, Tecciztécatl tuvo miedo y fue Nanahuatzin quien, lleno de valor, se arrojó a la hoguera, de donde salió convertido en el Sol.
Entonces Tecciztécatl, avergonzado de su cobardía, se arrojó también a la hoguera, saliendo convertido en la Luna. Al principio los dos brillaban igual, pero los dioses, como recuerdo de su cobardía, le arrojaron un conejo a la Luna, con lo cual disminuyó su brillo. Este conejo puede verse aún hoy en la Luna, y sirve para recordarnos que el valor es una virtud mayor que la belleza o la riqueza.
El señor de los Siete Colores
Esta es una leyenda mazateca, los mazatecos son un pueblo indígena que habita al norte del estado de Oaxaca y al sur del estado de Veracruz yPuebla.
“Pues señor, cuentan los que lo vieron, que hace mucho tiempo el arco iris era un señor muy pobre. Tan pobre que no tenía ni ropa para ponerse.
Su desnudez le apenaba mucho y decidió un día buscar una solución. Pero no se le ocurría nada y decía: ¿de dónde voy a sacar yo ropa? Y se ponía aún más triste.
Un día brilló en el cielo un gran relámpago, y el señor decidió ir a visitarlo -Tal vez él pueda ayudarme.
Así que se puso en camino y, después de varios días de viaje, llegó ante él.
Mientras le contaba sus penas, el relámpago le miraba con tristeza y parecía estar muy pensativo. Hasta que habló:
-Grande es mi poder, pero no tanto como para darte ropa. Sin embargo, tu historia me ha conmovido y por eso te voy a hacer un regalo. Te voy a dar estos siete colores. Con ellos podrás pintarte el cuerpo y te vestirás para siempre.
El hombre pobre sonrió.
-Además -siguió el relámpago-, aparecerás ante la gente después de las tempestades y anunciarás la llegada del Sol. La gente te querrá y te mirará con asombro.
Y así fue como, a partir de ese momento, al arco iris se le llamó el Señor de los Siete Colores”
Tajín y los siete truenos, leyenda totonaca
“Ese día Tajín andaba con suerte. Al dar vuelta en un recodo del camino se encontró con un hombrecito de barba cana y grandes bigotes y cejas tan pobladas que casi le cubrían los ojos.
-Buenos días, muchacho. Tú no eres de por aquí -le dijo el anciano.
-Vengo de atrás de la montaña -contestó Tajín.
-Mis hermanos y yo -le dijo el viejo- andamos buscando alguien que nos ayude a sembrar y cosechar, a barrer la casa y traer agua del pozo, a poner los frijoles en la olla y a vigilar que el fuego no se apague. Ven con nosotros.
-¿Quienes son tus hermanos? -preguntó Tajín.
-Somos los Siete Truenos. Nos encargamos de subir a las nubes y provocar la lluvia.
-¿Suben a las nubes? -exclamó Tajín, que era bastante impertinente y solía interrumpir a las personas.
-¡Claro que subimos! -replicó el hombrecito, molesto de que alguien pusiera en dudas sus palabras-. Nos ponemos nuestras capas, nos calzamos nuestras botas, tomamos las espadas y marchamos por los aires hasta que desgranamos la lluvia ¡jajay, jajay, jajay!, gritamos entonces.
Tajín era un chamaco curioso y atrevido. De inmediato se imaginó por los aires, haciendo cabriolas entre las nubes. Así que le dijo al anciano que estaba bien, que iría a la casa de los Siete Truenos para sembrar y cosechar, para barrer la casa y traer agua del pozo, para poner los frijoles en la olla y estar atento a que el fuego no se apagase.
Durante algunos días Tajín fue un ayudante ejemplar. Barría la casa, ponía los frijoles en la olla, traía agua del pozo, trabajaba en la milpaestaba atento a que las brasas no perdieran su brillo entre las tres piedras del fogón; también cepillaba las botas de los Truenos. Y cada vez que las tocaba le renacía el mismo pensamiento: “tengo que subir, tengo que subir”.
La soñada oportunidad llegó. Una mañana los Siete Truenos se pusieron sus blancos trajes de viaje y le dijeron a Tajín que debían ir a Papantla, a comprar puros en el mercado.
-No te preocupes, no tardaremos -le dijo el Trueno Viejo, que se había encariñado con el muchacho.
-Antes de que acabe el día nos verás por aquí -dijo otro de los Truenos palmeándole la cabeza.
-Pero no olvides lo que debes hacer -e dijo el Trueno Doble, que no quería parecer balndo.
-Pon los frijoles en la olla porque regresaremos con hambre.
-No dejes la casa sola.
-No te quedes dormido
-Sobre todo -le recordó el Trueno Mayor-, no permitas que se apaguen las brasas.
Tajín dijo que sí a todo y los Truenos se fueron muy contentos porque ahora sí tenían a alguien que los ayudara.
Apenas se quedó solo, Tajín tiró la escoba en un rincón, corrió al arcón de los trunos y se lanzó de cabeza a buscar unas botas que le quedaran.
En cuanto se hubo vestido, comenzó a subir por los aires. Los primeros pasos le costaron trabajo, pero no tardó en tomar confianza. Comenzó a correr por las nubes. Cada vez que agitaba la capa, soplaba el aire.
¡Jajay, jajay, jajay! comenzó a gritar Tajin, al mismo tiempo que sacaba la espada y comenzaba a girar. Todo el cielo y la tierra y aún el maar interminable se llenaron con la luz cegadora de los relámpagos. Empezó a bailar Tajín, pero sus pasos no eran acompasados como los de los Truenos. Entre relámpagos y truenos desataron contra la selva un chubasco violentísimo. No era la lluvia bendita de los truenos, sino una tormenta devastadora.
Apenas iban llegando a Papantla los Truenos, cuando un vendaval les arrancó los sombreros.
-¡Diablos! -gritó el Trueno Mayor al mismo tiempo que salía corriendo por su sombrero.
-¡Las nubes! ¡Miren las nubes! -exclamó el Trueno Viejo, que siempre tenía la buena o la mala fortuna de descubrir lo que estaba pasando.
-¡El muchacho! ¡Esto lo hizo el muchacho! -dijo el Trueno Doble, a quien no era fácil engañar, pues todo lo consideraba por lo menos dos veces.
-¡Ese demonio!
-De seguro ni siquiera puso los frijoles.
-¡Dejó sola la casa! -se quejaron los demás hombrecitos.
Mojados de la cabeza a los pies regresaron los Truenos. Con trabajos subieron a su casa, resbalando de vez en cuando, ahogándose casi con el agua.
Apenas entraron sintieron que iban a desmayarse: ¡jamás habían visto tal deesbarajuste! junto con otras prendas de vestir, las botas, capas y espadas estaban tiradas en total desorden. La escoba flotaba en un charco. ¡Los frijoles se habían quemado! entre las tres piedras del fogón había únicamente cenizas.
-¡Tras él, vamos a atraparlo! -exclamó el Trueno Viejo, que había perdido todo su cariño por el muchacho.
-Acabará con el mundo -dijo el Trueno Doble mientras comenzaba a calzarse las botas.
-¿Donde están mis botas? -preguntó el Trueno Mayor.
-De prisa, de prisa, que los ríos se desbordan.
-De prisa, de prisa, que el viento arranca los árboles.
-¡Mis botas, mi capa, mi espada! -gritaba el Trueno Mayor, desesperado porque no las encontraba.
–De prisa, de prisa, que la tierra se desmorona.
-De prisa, de prisa, que el mar nos arrasará.
-¡Mis botas, mi capa, mi espada! ¡Demonios, se las llevó! -comprendió finalmente el Trueno Mayor.
-¡De prisa, de prisa, vamos por él -dijeron a coro solamente seis truenos, que salieron a perseguir a Tajin.
Y allí estaba Tajín, brincoteando de un lado a otro. Cada impulso suyo daba más brío a la tormenta: resoplaba el viento, crecía la lluvia y caían relámpagos y truenos.
Pasaron muchas horas antes de que los Siete Truenos lograran atrapar a Tajín. Cuando finalmente los consiguieron, lo bajaron con tiento, lo ataron fuertemente y lo llevaron al mar para tirarlo al agua.
Bien adentro lo tiraron. Y desde entonces allí vive Tajín. Ha crecido el muchacho. De vez en cuando abandona las profundidades marinas y, cabalgando sobre el viento, desata a las nubes en una lluvia incontenible, mientras los truenos y los relámpagos se suceden. Entonces los Siete Truenos deben trepar de nuevo para capturar a Tajín –al Huracán, como también le dicen al muchacho-, para lanzarlo una vez más al fondo del mar.
Pasaron muchas horas antes de que los Siete Truenos lograran atrapar a Tajín. Cuando finalmente los consiguieron, lo bajaron con tiento, lo ataron fuertemente y lo llevaron al mar para tirarlo al agua.
Bien adentro lo tiraron. Y desde entonces allí vive Tajín. Ha crecido el muchacho. De vez en cuando abandona las profundidades marinas y, cabalgando sobre el viento, desata a las nubes en una lluvia incontenible, mientras los truenos y los relámpagos se suceden. Entonces los Siete Truenos deben trepar de nuevo para capturar a Tajín –al Huracán, como también le dicen al muchacho-, para lanzarlo una vez más al fondo del mar.
Leyenda de Sac-Nicté y Canek
Sac-Nicté significa Blanca Flor. Nació de Mayapán: el poderío de tres territorios que convivían en paz: Mayab, Uxmal y Chichen Itzá.
Canek significa serpiente negra, un príncipe valeroso y tenaz de corazón. Cuanto tuvo 21 años fue levantado rey de Chichen Itzá y ese mismo día vio a la princesa Sac-Nicté, de 15. Ambos se enamoraron. Sin embargo, Sac Nicté estaba destinada para el joven Ulil, príncipe heredero de Uxmal.
Pasó el tiempo y el joven Canek fue invitado a la fiesta de bodas de Sac-Nicté. Cuenta la leyenda que un pequeño consejero le dijo que Sac-Nicté lo estaría esperando entre flores verdes: que sería necesario luchar por ella, antes de que el destino actuara en su contra.
El día de la boda, y mientras todos los invitados danzaban alegres, Canek llegó con sesenta de sus guerreros principales y subió al altar donde ardía el incienso y cantaban los sacerdotes. Llegó Canek con el signo Itzá sobre el pecho: ¡Itzalán!, ¡Itzalán! gritaban como en campo de combate, y en el instante, arrebató a la princesa de los testigos. Ulil enfurecido se levantó en armas. La guerra se había desatado: Mayapán y Uxmal contra el Itzá.
Aunque el reinado de Mayapán había terminado, Los itzaes dejaron sus casas y templos deChichen Iztá, abandonando la ciudad llorando. Delante de los hijos de Itzá iba el rey Canek,caminando por los senderos a lado de Sac-Nicté. Aunque se salvaron los itzaes, los ejércitos de Uxmal y Mayapán encontraron ecos en los palacios y templos vacíos. Chichen Itzá quedó muerta, pues su pueblo había sido abandonado.
Leyenda La tristeza del maya
Un día los animales se acercaron a un maya y le dijeron:No queremos verte triste, pídenos lo que quieras y lo tendrás.
El maya dijo: Quiero ser feliz.
La lechuza respondió: ¿Quién sabe lo que es la felicidad? Pídenos cosas más humanas.
Bueno añadió el hombre, quiero tener buena vista.
El zopilote le dijo: Tendrás la mía.
Quiero ser fuerte.
El jaguar le dijo: Serás fuerte como yo.
Quiero caminar sin cansarme.
El venado le dijo: Te daré mis piernas.
Quiero adivinar la llegada de las lluvias.
El ruiseñor le dijo: Te avisaré con mi canto.
Quiero ser astuto.
El zorro le dijo: Te enseñaré a serlo
Quiero trepar a los árboles.
La ardilla le dijo: Te daré mis uñas.
Quiero conocer las plantas medicinales.
La serpiente le dijo: ¡Ah, esa es cosa mía porque yo conozco todas las plantas! Te las marcaré en el campo.Y al oír esto último, el maya se alejó.
Entonces la lechuza dijo a los animales: El hombre ahora sabe más cosas y puede hacer más cosas, pero siempre estará triste.Y la chachalaca se puso a gritar: ¡Pobres animales! ¡Pobres animales!
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